A Claudia.
Este bello arreglo a esta imagen de la hermosa María García Granados (La Niña de Guatemala), realizado por el querido Pavel Néstor Lominchar, me ha impulsado a publicar estas líneas.
Pepe recién ha llegado a Guatemala: es abril de 1877, y ejerce como profesor en la Escuela Normal que dirige el Cubano José María Izaguirre. Además, es nombrado por orden presidencial, catedrático de literatura francesa, inglesa, italiana, alemana y de historia del derecho de la Universidad. En julio, comenzará a impartir clases de Composición en la Academia de niñas de Centro América.
Martí fue recibido en Guatemala con afecto, le llamarían el Doctor Torrente: “sus conferencias hicieron sensación: todo el mundo quería escuchar al joven profesor cuya sabiduría y elocuencia eran tan notables. Martí tenía entonces veinticuatro años; era de mediana estatura, delgado, flexible, con ojos soñadores que de repente brillaban con fuego sorprendente; su boca era sensitiva y seductora su voz. Era sumamente simpático y tenía, sea dicho de paso, mucho partido con las damas”.
Se cuenta que se vieron por primera vez, en un baile de disfraces. Ella iba vestida de egipcia; por lo que se comprende mejor, su poema: "María". También se cuenta, que ya ella lo había escuchado orar en una velada artístico literaria. No era María, una muchacha tímida: cantaba y tocaba el piano en eventos artísticos y literarios públicos, y era una joven popular dentro de la sociedad capitalina.
María García Granados, 17 años, hija del ex presidente Miguel García Granados, queda apasionadamente enamorada del encantador joven: "muy linda y sugestiva, se impresionó hondamente con su talento y personalidad. Muy amigo de la familia, Martí visitaba con frecuencia la casa, jugaba al ajedrez con don Miguel y departía amablemente con la señora y las niñas. Pronto notaron que María, quien cantaba y tocaba muy bien, se quedaba con gusto en el piano conversando con el joven cubano. Es cierto que Martí no la enamoró, pero no hay duda de que se dejó querer. Era un sicólogo demasiado fino para no comprender hasta qué punto había tocado el corazón de María. Mas él, estaba comprometido a casarse con otra, y el deber, la palabra empeñada…"
Dejó de visitar la casa. Ya como catedrático de la Universidad, y con ingreso suficiente, a finales de noviembre, se va a México a cumplir su palabra, a casarse con Carmen Zayas Bazán.
Ella le regalaría, al despedirse, una almohadilla de olor, primorosamente bordada… un gesto atrevido, quizás, para la época y para las circunstancias específicas.
Volvió Pepe casado. María le escribiría: "Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán. Te suplico que vengas pronto.
—Tu Niña"
Cuatro meses después de su regreso, en mayo de 1878, moriría María. Su muerte dejó consternada a toda aquella sociedad.
Años más tarde, cuando ocurriera la ruptura definitiva con su esposa Carmen en 1891, luego de que esta embarcara hacia La Habana a escondidas de él, y pidiendo ayuda a las autoridades españolas, Martí escribiría: "Y pensar que sacrifiqué a la pobrecita, a María, por Carmen, que ha subido las escaleras del consulado español para pedir protección de mí”.
Yo siempre me pregunto: ¿por qué, por qué Pepe? ¡Si tan solo la hubieses escogido a ella! ¡Hubieses sido un poco más feliz!
Dos meses después, publicaría en sus "Versos Sencillos":
Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda.
…Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
Él volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores...
…Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
Él volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.
Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!
…Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!
Referencias Bibliográficas:
Obras Completas de José Martí.
Blanche Zacharie de Baralt, El Martí que yo conocí.
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