Qué cubana o cubano de buena voluntad no recuerda, con honda mezcla de orgullo e infinito dolor , al Apóstol. Orgullo, por haber nacido en su misma patria; dolor, por haberlo perdido tan temprano, quedando pospuesto en más de un siglo ya, el destino soñado y posible para la Nación.
Qué vergüenza la de los que continúan poetizando las caídas, manipulando su legado, cuando de lo que se trata, es de levantar. Lo coherente: aplicar sus verdaderas esencias.
Recuerdo, siendo niño, la primera verdad esencial martiana que aprendí y cuya puesta en práctica tanto “problema” me trajo:
“Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía. ” “Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado.” “El niño que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un bribón, y está en camino de ser bribón. Hay hombres que son peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para vivir dichosas: el elefante no quiere tener hijos cuando vive preso: la llama del Perú se echa en la tierra y se muere, cuando el indio le habla con rudeza o le pone más carga de la que puede soportar. El hombre debe ser, por lo menos, tan decoroso como el elefante y como la llama.”
¿De verdad habrá quien honestamente crea que en Cuba se puede pensar y hablar sin hipocresía? ¿De verdad será lógico creer que todo el que piensa diferente o se opone al "gobierno" cubano es mercenario, “gusano”, vende patria, que trabaja al servicio de poderes e intereses extranjeros…? ¿No podrá ninguno de nosotros simplemente querer vivir honradamente y sin hipocresía? ¿No será posible que no queramos vivir como bribones o que queramos ser, por lo menos, tan decorosos como el elefante y como la llama?
La segunda verdad esencial martiana que recuerdo haber aprendido y quizás la más sagrada fue:
“Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre. En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre…”
Lo triste es, que quizás, es una de las más repetidas. Lo irónico es que está hasta en su "Constitución". ¿Cómo es posible que una “Revolución” que se dice martiana, cuando Martí prefirió ese bien sobre todos los demás, cuando lo pensó como base y principio de todos los demás bienes, cuando afirmó que sin ese bien todos los demás serían falaces e inseguros, cuando lo han proclamado en su "constitución"; cómo es posible que no se cumpla?
¿Dónde queda el culto a la dignidad plena cuando se hicieron juicios sumarios en coliseos, fusilamientos masivos, encarcelamientos y torturas, cuando se obliga al exilio, cuando se crean campos de trabajo forzado llamados UMAP? ¿Dónde queda el culto a la dignidad plena cuando se les tira huevos a los vecinos que deciden o son obligados a emigrar? ¿Dónde queda el culto a la dignidad plena cuando se organiza o participa o se sufre un acto de repudio, cuando se encarcela a menores de edad por manifestarse pacíficamente? Podría seguir hasta el infinito. Me pregunto de qué manera en sus mentes y en sus corazones hay quienes justifican esas miserias humanas.
Sin embargo, es como si por el contrario, cínicamente, se hubiesen propuesto hacer aquello contra lo que él luchó.
Constantemente me pregunto cómo se le puede atribuir la idea del Partido único a José Martí, o que el PCC es heredero del PRC. En un sistema donde la Constitución pone por encima de ella y de la Asamblea Nacional al Partido, donde el único que realmente decide es el Partido, un Partido donde las decisiones las toma el Comité Central, y en ese Comité Central las decisiones las toma el Buró Político, y en ese Buró Político las decisiones las toma el Secretariado o grupo de dirección, y en ese pequeño grupo las decisiones las toma el Primer Secretario. Eso se llama Autocracia.
Veamos en contraste que establecieron los artículos 4 y 5 de las Bases del PRC de Martí:
“Articulo 4 El Partido Revolucionario Cubano no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática…”
“Articulo 5 El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino preparar, con cuantos medios eficaces le permita la libertad del extranjero, la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre.”
¿Alguien sinceramente se imagina a José Martí queriendo ostentar para él solo, todos los cargos importantes de la República en Armas: General en Jefe, Delegado del Partido, Presidente de la República y del poder legislativo. ¿Alguien realmente cree que José Martí habiendo sobrevivido y ganada la guerra hubiese gobernado sin elecciones por 17 años, como pasó con la “Revolución” desde 1959 hasta 1976? ¿Alguien se imagina a Martí aferrado al poder por más de 60 años? ¿Martí que en el momento de su muerte iba rumbo a deponer su cargo de Delegado ante la Asamblea de Representantes y a no aceptar el cargo de Presidente, para que ellos dieran gobierno propio a la República? Y haciendo esto le escribe a Carmen Miyares: “Me siento puro y leve, y siento en mí algo como la paz de un niño.”
Yo más bien me lo imagino escribiendo una carta como la que le envió a Gómez cuando se retira del Plan Gómez Maceo en el año 1884, sobre todo en el tono de estos fragmentos:
“Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento” “¿Qué somos, General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él?”
O como cuando en la Mejorana en 1895, se plantó ante Maceo y no aceptó como idea de Gobierno a “una junta de los generales con mando, por sus representantes, – y una Secretaría General: -la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como Secretaría del Ejército.” Sino que mantuvo “rudo: el Ejército, libre, – y el país, como país y con toda su dignidad representado”. Y conste que estamos hablando de una postura ante dos Gigantes de la Historia a los que respetaba y quería profundamente.
No imagino, al mejor de nuestros periodistas de todos los tiempos, el que a punto de cumplir solo 16 años ya fundaba dos publicaciones: El Diablo Cojuelo y La Patria Libre, no lo imagino censurando a periodistas y artistas; no lo imagino poniendo trabas al uso libre de internet, más bien lo imagino como un Facebookero, un Twittero, un Blogero, un YouTubero, un Instagrangero con millones de seguidores.
¿Habrá algo más antagónico en estética y ética que el periódico Patria y el Granma?
Yo sí me lo imagino, siempre, siempre, realizando su sueño, que es el sueño de todos nosotros, cuando en la apoteosis de su pensamiento exclamó:
“¡Basta de meras palabras! De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”
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