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Foto del escritorMaykel Aledo

José Martí: la revolución traicionada


Quizás el suceso más triste, más trascendente para el futuro de la Nación cubana, haya sido la muerte prematura del Apóstol de la libertad y del decoro de todos los cubanos en momentos que todavía no estaban germinadas, para su triunfo definitivo, sus preclaras ideas sobre la forma generosa y rápida de hacer la guerra. De tal forma que esta llevara en sí, los gérmenes esenciales de justicia, humanidad y de anhelo por la dignidad individual que garantizaran, desde la realidad inevitable de la guerra, casa firme a la república verdadera: un pueblo nuevo y de sincera democracia, culto en el trabajo real y creador, equilibrado en sus fuerzas sociales, limpio de todo odio: de modo que no quedara lastimado el decoro de un solo hombre, ajeno a los trastornos venidos de ajustarse a moldes extranjeros, ajeno al vicio insano de imponer el triunfo de un partido cubano sobre otro, ajeno al espíritu autoritario y a la composición burocrática.


Una República que desde sus raíces constituyera la patria con formas viables, y de sí propias nacidas, no una agrupación victoriosa que considera la Isla como su presa y dominio, sino una nación orgullosa de la FELICIDAD que brindaría a TODOS sus habitantes.[1]


Triste, pero verdadero, es que si bien su figura y su rol como líder organizador de la revolución fue reconocida, su pensamiento y programa revolucionario no triunfaron porque fueron casi totalmente ignorados en la revolución de 1895 posterior a su muerte.


Es asombroso que en un estudio de 16 Diarios de campaña y operaciones, memorias, crónicas, autobiografías y otros testimonios de la revolución escritos por sus protagonistas, así como en 1110 cuartillas de actas de ambos Consejos de Gobierno no se haya encontrado ni una sola reflexión, interpretación o análisis de sus ideas y programa revolucionario. Solo Enrique Loynaz del Castillo y Fermín Valdés Domínguez mencionan con frecuencia la figura de José Martí, pero tampoco hacen análisis e interpretaciones de su pensamiento político.


El hecho de que Antonio Maceo, en 329 documentos lo mencionara apenas 4 veces, que Gómez, aun habiendo firmado juntos el Manifiesto de Montecristi y tan cercano a él, tampoco abundase en sus ideas políticas y que ambos Consejos de Gobierno, en 1110 cuartillas hayan hecho referencia a su figura solo 3 veces y 6 a sus documentos, pero igualmente ninguna a su pensamiento, demuestran desconocimiento de sus ideas en la dirigencia revolucionaria del 95.


¿Fue la revolución martiana traicionada de manera consciente y premeditada entonces? Habrá siempre que tener en cuenta varios factores: la elevada capacidad intelectual y literaria de Martí, que en la misma medida que se iba elevando, paradójicamente, acentuaba la diferencia frente al resto de los revolucionarios del 95, este fenómeno actuó de forma adversa para muchos al tener ante sí un pensamiento sin par, ni siquiera en la actualidad leer y descifrar el pensamiento político martiano es algo fácil ni rápido.


Sumemos que el 60% de los potenciales lectores de la época eran analfabetos; el celo y secretismo con que Martí implementó el programa, así como el hecho de que el término “programa” propiamente dicho no fue nunca utilizado por Martí y sus contemporáneos; la distancia y falta de comunicación entre los centros emigrados, más conocedores de las ideas martianas y la manigua mambisa, así como la poca circulación del periódico Patria entre los mambises; la notable dispersión de los documentos martianos al morir el Delegado, que se encontraban fuera de Cuba en su mayoría. También habrá que tener en cuenta, entre otros factores, las disputas por el poder que distanciaron en su conjunto la recepción del programa martiano.[2]


¿Fue el ideario martiano traicionado de manera consciente y premeditada, al triunfar la revolución de 1959 por parte de aquellos que se autoproclamaron como la generación del centenario del natalicio del Apóstol? Baste decir, para responder a esta pregunta, que contrario a lo ocurrido en la revolución de 1895, en 1959 la vida y obra martiana eran bien conocidas. Baste también comparar la realidad de la nación cubana actual con los principios martianos expuestos en el primer párrafo y la respuesta será evidente: TRAICIÓN.


El pecado original de la historia de Cuba ha estado, fundamentalmente, en el desequilibrio y contradicciones que durante las etapas de gestación de revoluciones, han existido entre los poderes civiles y militares que han ido de un extremo al otro: en uno, la revolución de 1868 a favor de la Cámara; en el otro, la Revolución de 1959 a favor del ejército rebelde. En el primero tal desequilibrio impidió el triunfo, en el segundo posibilitó el triunfo pero prostituyó la República e instauró la tiranía. Es por ello de vital importancia que la oposición actual entienda que lo más importante no es la toma del poder político, lo más importante es asegurar que los métodos con que lo logremos lleven ya en sí los gérmenes de la República que queremos en el futuro.


Ojalá y cada líder opositor cubano se clavara en su corazón, como códigos de honor, estos principios martianos: “Por mí, entiendo que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella, y sé cómo se encienden los corazones, y cómo aprovecha para el revuelo incesante y la acometida el estado fogoso y satisfecho de los corazones. Pero en cuanto a formas, caben muchas ideas, y las cosas de hombres, hombres son quienes las hacen. Me conoce. En mí, sólo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la Revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad.”[3]


[1] Principios contenidos en los documentos: Bases del PRC, Manifiesto de Montecristi y Carta inconclusa a Manuel Mercado.

[2] Estudio realizado en “Revolución Hegemonía y Poder” de Antonio Álvarez Pitaluga.

[3] Carta inconclusa a Manuel Mercado

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