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Foto del escritorMaykel Aledo

Cómo era un día de Martí en su trabajo al frente de Patria y del Partido.


Placa de metal que estaba en la puerta de las oficinas de "Patria". Cortesía de Luis Enrique Valdés Duarte.


Se levantaba temprano con el libro que acababa de salir de una de las mejores prensas de París, de Londres, de Madrid, de Italia, de New York, de Alemania, de la América Latina o de Cuba. A este se unían periódicos extranjeros; los del día; la correspondencia y el artículo escrito al amanecer, para 'Patria'. De prisa, como el colegial que teme al maestro, se bañaba, tomaba el desayuno, y con el sombrero sobre las orejas, y como encajado, cosido al pobre abrigo, se despedía de los que en la casa parecía que sólo vivían para quererlo; y salía tiritando. Corriendo bajaba la escalera, y -leyendo- seguía de prisa; tan de prisa, que era difícil seguirlo. Subía al elevado: pronto el tren lo llevaba a su oficina en Front Street. Al llegar allí revisaba el buzón, y subía donde lo esperaban muchas cartas y muchos cubanos que iban a pedir socorro o a recibir sus órdenes; a todos atendía, con todos era amable, y a veces por su bondad perdía parte de su tiempo -siempre escaso para sus trabajos- oyendo lamentos de unos y locas pretensiones de otros.


[...] Contestaba Martí la correspondencia más urgente; no dejaba la pluma hasta que su reloj le decía que ya era hora de ir a 'Patria'. Acompañado casi siempre por Gonzalo de Quesada, Valdés Domínguez, Loynaz del Castillo u otros, se deslizaban sus pies por los escalones de metal de la larga escalera, y siempre a la carrera, llegaba a la redacción e imprenta de 'Patria'. Allí lo recibía con amable sonrisa el digno portorriqueño Sotero Figueroa. Era este hombre importante en el partido, jefe de la imprenta, redactor de 'Patria' y amigo sincero de todos los que nos uníamos en la defensa de las libertades antillanas. Poeta y escritor, ponía todo su talento y toda su actividad al servicio de la patria.


Poco tiempo estaba Martí en 'Patria' en los días en que no se tiraba el periódico; pero los sábados se hacían allí, por la tarde, los paquetes, que llevaban sobre sus hombros a las oficinas de correo, Martí, Gonzalo de Quesada, Loynaz y Valdés Domínguez, y a veces el noble Benjamín Guerra.


Apenas tenía tiempo para almorzar, y eran días de fiestas aquellos en los que se permitía el lujo de ir con Gonzalo y Valdés Domínguez a alguna fonda barata, francesa, española o italiana.


Después del lunch o del almuerzo, y a veces prescindiendo de ellos, volvía a la oficina, de donde salía para una cita: se le veía de nuevo en ella, o iba a Central Valley a conferenciar con el señor Tomás Estrada Palma, o lo llevaba el tren a Filadelfia o Washington o Nueva Orleans y otros lugares de la Unión, pues sólo preparaba alguna vez sus viajes a la Florida.


Las noches eran para Martí como los días. Jamás un momento de descanso, y por esto -a veces desfallecido, pero siempre en acción- era su comida una copa de vino de coca de Mariani o un dulce.


Así vivía el que atesoraba el dinero para formar la caja del Partido Revolucionario Cubano, el que llevaba en su cerebro la revolución que había de dar gloria y libertad a la patria.


Nota de Utilidad de la Virtud: Agradecemos al hermano martino Luis Enrique Valdés Duarte, por hacernos llegar este texto y la imagen para ser publicados.

El título del texto no es original de Fermín Valdés Dominguez, sino que es una libertad que se ha tomado Utilidad de la Virtud.

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